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miércoles, 23 de septiembre de 2015

Vinilos de Wes




Valentino, o el Wes Montgomery argentino, como se acostumbra a llamarlo, tiene fama de gran tipo. Pero además lo es. “Mañana a la tarde puedo, y después me voy a buscar a mi hija al jardín”, devuelve del otro lado del teléfono un día antes del encuentro para esta nota.

A pocos metros del cruce de las avenidas Callao y Santa Fe hay un edificio de arquitectura francesa que se ríe de varios edificios nuevos de Palermo Viejo. Las escaleras de mármol, de anchos que ya no hacen,  conducen al primer piso y, a poco de tocar la puerta de roble, Juan Miguel Valentino la abre y a la vista aparece el tipo hinchapelotas y adorable que sabe ser. Mientras se le saluda es imposible no abrir el foco y adivinar de un golpe de vista la distribución de los más de trescientos metros cuadrados del antiguo semipiso esquinero que aparece detrás.

El living hospeda un piano de cola Pleyel. “Vení pasá”, invita. Y se sienta. Y toca 20 segundos de The Man I love. Porque Juan, el virtuoso guitarrista argentino de la esquina de arquitectura francesa es así. Se sienta y toca el piano. Y además lo toca bien.




Juan Miguel Velentino también habla, claro. Y dice cosas como “¿No te la esperabas, eh?” Pero no fanfarronea. Solo disfruta, y, como su piano antes y luego, y siempre, su guitarra, desborda de motivos para hacerlo.

Juan Miguel Valentino no es cualquier músico. “Si Pat Metheny hubiera decidido tocar al estilo Wes Montgomery”, habría sido tildado de thiever. “Yo pude hacerlo porque vivo a once mil kilómetros y no comparto ni la geografía ni la cultura. Ni el ambiente”, dice, fascinado. Como si hubiera encontrado una fórmula hechizante de éxito.

O precisamente porque la encontró. Porque lo que dice es cierto: su reputación deriva de su fraseo Wes. A propósito de eso, desliza: “Podría tocar a los Wes sobre un bolero, sobre un tango, o sobre la marcha peronista”. Y se ríe.

¿Por qué Wes?
El tipo inventó la guitarra moderna. Fue el Bill Evans del instrumento.

¿Dónde quedan John Coltrane, Django Raijard?
Es que Wes incorporó el Bee-Bop. Ninguno la había hecho hasta ese momento.

A propósito de Wes: ¿cuánto hay de mito y cuánto de real sobre su técnica con el pulgar?
Salvo la parte de la pensión, el resto es cierto. Le gustaba tocar con púa, pero a esa altura ya tenía tres hijos, familia, y no los quería despertar cuando practicaba. El tema del feel sonoro es un capítulo aparte.

¿Por qué?
Porque, más allá de la anécdota, la técnica lo convierte, en términos de sonido, en el Rohdes de la guitarra.

¿La diferencia algo más?
Y es una técnica canchera. Porque el tipo te dice. “Mirá, macho, te lo hago con el dedo”.

Y Valentino lo ilustra. Con un solo de Wes en su guitarra.





Vayamos a los vinilos. ¿Cuál fue tu primer encuentro emocionalmente significativo con uno?
Fue cuando era muy pequeño. Mi viejo tenía un tocadiscos -un combinado-, con muchos vinilos y había un simple de Joao Gilberto que de un lado tenía Bolinha de Papel y del otro era O Barquinho. Me pasaba horas y horas escuchando ese vinilo horas y horas emocionado con la Bossa Nova.

¿Algún otro recuerdo infantil?
También había vinilos de María Elena Walsh. Otro recuerdo infantil fueron los vinilos de 78 RPM, que tenían mis padres también, mucha cosa italiana, tango, boleros, y ahí iba descubriendo toda esa música A través de discos ¡de 78!
También recuerdo que el de 33 rpm lo ponía en 16 para sacar solos con la guitarra.

¿Qué vinilos había en tu casa, además de los infantiles?
En mi casa había una colección muy completa porque mis padres escuchaban desde folclore, tango, hasta The Beatles. Había muchos vinilos de los Beatles.

¿Había algo más?
Estaban todas las grandes bandas de jazz, todo Mozart, Beethoven, además de los de tango y folclore que escuchaba más mi madre: Falú, Yupanqui, etcétera.

¿Cómo fue la década del 70?
Me escuché todo Pink Floyd, y absolutamente todo lo que vino después de los Beatles. Mucho Genesis. Supertramp. Paralelamente, escuchaba mucho a Luis Alberto Spinetta.

Vayamos a la década de los ochenta.
La década del ochenta -en comparación y por la generación a la que pertenezco-  a mí ya me parecía mala. Ya no la escuchaba. Incluiría la de los años setenta también. A los veinticinco años yo ya estaba escuchando jazz casi todo el tiempo.

¿Nada que rescatar? Fue una década importante.
Bueno, en rigor, sí. Rescato a Steely Dan y Donald Fagen.

Para terminar ¿Qué representa el vinilo en la vida de Valentino músico?
Representa una época exquisita en la que estaba bien equilibrada la visual de una buena tapa con un sonido increíble. Hoy en día bien puede considerarse un instrumento, como si fuera una guitarra, o un piano. Además, saca un sonido que ya no parece vintage. Escuchar un vinilo ya es como escuchar una guitarra con sonido valvular. Es para acompañar con una buena copa de malbec. Y, si hay, con una buena chica.

¿Vinilos o guitarra?
Una buena chica.




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